Comentario
A la muerte de Alejandro, sus generales tardaron muy poco tiempo en enfrentarse por la herencia. Antipatro será responsable del gobierno de Macedonia y Grecia; Antigono, de Frigia y Lidia; Egipto quedará en manos de Ptolomeo; y Tracia quedará para Lisimaco. La guerra abierta entre ellos pronto estallará. Demetrio Poliorcetes conquistará Atenas, mientras Macedonia y Grecia quedan en manos de Casandro tras la batalla de Ipso (301 a.C.) y la formación de los cuatro reinos.
Atenas no duda en sublevarse contra la dominación macedonia, liderando a otras ciudades griegas, pero Antipatro hace fracasar el intento de rebelión y reduce a las ciudades a su obediencia. En Atenas se instaura una constitución oligárquica llamada timocracia. Cincuenta años más tarde (266 a.C.) Atenas vuelve a liderar la revuelta contra los macedonios, pero las tropas dirigidas por Antigono Gonata dominan pronto la situación. La consiguiente paz no es tan perjudicial para Atenas, que mantiene sus libertades y es reconocida como capital espiritual del mundo griego. Pronto, toda la Hélade quedará bajo el domino de la nueva potencia mediterránea: Roma.
El apoyo brindado por Filipo V de Macedonia a Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica motivará que Roma empiece a intervenir más activamente en la política helénica. La Liga Aquea -formada entre otras ciudades por Sición, Corinto, Argos y Egina- se levanta contra Roma, saliendo derrotada en el istmo de Corinto. La ciudad de Corinto es destruida y la Liga disuelta, convirtiéndose Macedonia en provincia romana, integrando la mayor parte de la península helénica. Atenas no podrá escapar de este dominio romano, a pesar de sus siempre renovados deseos de independencia. El apoyo de Atenas a Mitrídates, rey del Ponto, en el año 88 a.C. en su lucha contra Roma provocará la inmediata actuación romana. Las legiones de Lucio Cornelio Sila destruyeron el puerto del Pireo y saquearon la ciudad en el año 86 a.C., aunque la mayoría de los monumentos fueron respetados, excepto el Odeón de Pericles que fue pasto de las llamas. Atenas quedaría integrada en la provincia de Acaya, con capital en Corintio, en el año 22 a.C.
Al ser centro de un importante foco cultural y artístico, Atenas gozó durante el Imperio Romano de la protección de los emperadores y las elites políticas romanas, disfrutando de cierta prosperidad que se ve reflejada en la construcción de numerosos edificios públicos y en el patronazgo de intelectuales y artistas atenienses. Entre las personalidades que más aportó al esplendor de la ciudad destaca Adriano, que tomó a la ciudad bajo su protección e inició un plan de embellecimiento con el objetivo de recuperar su tradicional magnificencia. Se encargó de finalizar el templo de Zeus Olímpico y levantó otros importantes edificios, como el templo de Hera, la stoa de Adriano, la gran biblioteca y el monumental arco que también lleva su nombre. Atenas se convertía así en uno de los principales focos culturales del mundo romano. Los cristianos también se sintieron atraídos por la ciudad ática, llegando el propio san Pablo a predicar en sus calles y plazas. Entre las conversiones más significativas destaca la de Dionisio, presidente del Areópago, siendo nombrado obispo por el propio apóstol. Posteriormente Dionisio sufrió martirio en la hoguera, lo que le convirtió en santo: san Dionisio Areopagita.
En la segunda mitad del siglo III la tranquila existencia de los griegos en las fronteras imperiales se verá alterada por la derrota del emperador Decio ante los bárbaros. Los godos saquearon las principales ciudades helénicas. La sensación de inseguridad llevaría el consiguiente reforzamiento de los sistemas defensivos, reconstruyéndose en Atenas las viejas murallas de Temistocles. Sin embargo, las defensas no fueron suficientes y en el año 267 los hérulos arrasaron la ciudad, lo que supondría uno de los principales hitos negativos en la historia de Atenas. Como otros muchos edificios, la biblioteca de Adriano fue destruida y el ágora arrasada. La consecuencia inmediata de este ataque bárbaro será la construcción de una nueva muralla, alrededor de la Acrópolis, alcanzando hasta el ágora. La fortificación abarcaba así los principales edificios como el Ascleptum, la Stoa de Eumenes y parte del antiguo acueducto de Pisistrato. Atenas disponía desde estos momentos de un triple cinturón defensivo que se mantuvo a lo largo de los siglos, aunque no evitaría la llegada de nuevas invasiones, saqueos y desastres.